Por Max Díaz
							24 de Octubre, 2025
Entre fines de los ‘60 y principios de los ‘70, libros como Recuerdos del futuro instalaron la idea de los antiguos astronautas. La hipótesis sostenía que los extraterrestres habían visitado la Tierra en la antigüedad, y habían tenido una participación crucial en el desarrollo del pensamiento, la tecnología y la arquitectura humanas. Para el 2010, ya circulaba por todo internet el famoso meme de Alienígenas ancestrales, el programa de History Channel, en que el presentador Giorgio A. Tsoukalos aseguraba que los aliens habían construido monumentos como las pirámides.
Como este hay muchos más mitos, conocidos, instalados y profundos: esclavitud, maldiciones y costumbres. La construcción de las pirámides significó un gran misterio para las civilizaciones posteriores a los antiguos egipcios. Y, aunque no fue trabajo de los aliens —y esto está respaldado por documentos de la época—, la logística que se desarrolló para el proyecto de 139 metros de altura fue igual de sorprendente.
Dicen que, cuando el historiador griego Heródoto viajó a Egipto, no podía creer las construcciones descomunales que se levantaban frente a sus ojos. Al preguntarse el cómo, llegó rápidamente a la conclusión de que eso solo podría haber sido obra de la tiranía: esclavizar al pueblo era la única manera de construir las pirámides.
Su registro resultó en la idea errónea de que todos eran esclavos y trabajaban jornadas extenuantes bajo el calor y la crueldad del faraón. La idea se mantuvo por siglos, y aún hoy podemos verla en interpretaciones hollywoodenses o en libros de ficción. Los antiguos egipcios habían dejado muy poca información sobre su organización social, y menos aún sobre la vida de los trabajadores de las pirámides. Heródoto se había convertido en una de las pocas referencias, sin embargo, algunas inconsistencias y descubrimientos arqueológicos posteriores comenzaron a levantar dudas.
Según el historiador griego, todo habría sido culpa del rey Keops, que, en sus palabras, ordenó a todos los egipcios trabajar para él. De acuerdo a Heródoto, fueron necesarios turnos de 100,000 trabajadores para construir la pirámide. Por otra parte, Diodoro de Sicilia, autor de la Biblioteca histórica daba cifras muy distintas: él apuntaba al trabajo de 360,000 hombres durante 20 años.

Estatuilla de Keops tallada en marfil. Museo Egipcio El Cairo.
Al día de hoy se calcula que, en realidad, ninguno de los dos estaba en lo correcto. Se cree que la construcción de la gran pirámide necesitó entre 25,000 y 30,000 obreros. Muchos permanentes y otros temporales. La demanda de los temporales, al parecer, dependía de la época del año y las exigencias de la construcción: como cuando el trabajo de los campesinos se reducía y quedaban disponibles para otras tareas, por ejemplo.
El año es 2589 a.C., y Keops, faraón de la dinastía IV, llama a su despacho a Hemiunu, arquitecto real, y le ordena fabricar su pirámide en Gizeh. Hemiunu se mostró incrédulo en un principio, sin embargo, ante la mirada sin asombro del rey, tuvo que comenzar a trazar cómo se organizaría.

Estatuilla de Hemiunu. Museo Roemer Pelizaeus, Hildesheim.
Hace 4,500 años, no era fácil reunir a decenas de miles trabajadores, coordinarlos a la perfección en distintas funciones ni ordenar el suministro suficiente para todo lo que demandaba una pirámide. Había que dirigir a los canteros, a los transportistas que se movían por distintas superficies, a los constructores, a quienes abastecían a la construcción de materiales, alimentos, combustible, hornos cerámicos y metalúrgicos, y construir alojamiento para los trabajadores.
Primero lo primero: no era necesario ser el arquitecto real para darse cuenta de que el trabajo más duro sería el de los canteros. Hemiunu había demandado una gran variedad de materiales, entre los que estaban el alabastro, el granito, el basalto, la grauvaca y la diorita. En total, necesitaría cerca de 2.3 millones de bloques de piedra, con un peso de hasta 15 toneladas cada uno. Se calcula que, en total, se transportaron cerca de 170 mil toneladas de roca para la obra.
Todo se extraía de canteras lejanas, situadas a cientos de kilómetros de Gizeh. Para llegar a lugares como Towa y Aswan, a más 800 kilómetros de distancia, había que ir en una embarcación Nilo arriba, o caminar durante días por zonas desérticas. Comenzaron designando a líderes de tropa que, acompañados de escribas, exploradores, soldados, canteros y militares, viajaban hasta lugares como las canteras de granito de Asuán para obtener las piedras.
Hemiunu no solo se convirtió en el jefe de la obra. Su nuevo título fue el de Inspector de los trabajos del rey. Por debajo de él, descendía un organigrama largo como un papiro: supervisores de obra, panaderos y productores de cerveza para los obreros, y encargados del lavadero de la ropa eran algunos.
Fuera de la obra, estaban los productores de cerámica, los encargados de la obtención del combustible y los aguadores, que transportaban agua fresca en enormes recipientes, y cabalgaban en burro desde el Nilo hasta la faena.

Registro de obreros de la época. Museo Británico de Londres.
Dicen que Saqqara fue el primer lugar que dio una pista sobre la falsa esclavitud de los obreros. Un documento, fechado en la dinastía VI, trae consigo una carta en la que el capataz de un grupo de canteros se queja con su superior por no haber recibido la vestimenta para sus obreros, y cómo esa falla en el suministro ralentizaba el trabajo de todos.
Dicen que la unidad laboral más grande estaba compuesta por 2,000 trabajadores, que se subdividían en pequeñas cuadrillas, de 10 o 20 hombres repartiéndose el trabajo por lados de la pirámide. Desde 1988, la vida de estos obreros se ha hecho un poco más accesible. Ese año, el egiptólogo Mark Lehner descubrió los restos de un poblado de obreros que trabajaron para Keops. Se encontraron habitaciones rectangulares que podían albergar a cerca de 50 trabajadores, para que durmieran sobre plataformas de adobe. En total, se calcula que unos 2,000 hombres podrían haber habitado ese lugar. Las otras viviendas, correspondientes a inspectores y artesanos, tenían mejores condiciones: más habitaciones, cocinas, almacenes, salas para los escribas y patios. Todas las viviendas se construían alrededor de almacenes, graneros, panaderías, hornos y lavanderías.
Cada herramienta utilizada por los obreros llevaba, a su vez, el trabajo de otros peones. Las herramientas se construían con cobre de las minas de Serabit el-Khadim, en el Sinaí, y llegaban a los hornos de fundición. Ahí, los encargados del combustible alimentaban los hornos y fabricaban los moldes de los útiles de cobre. Se usaban taladros y sierras para cortar la piedra, y cinceles para tallar la piedra caliza. Se cree que cada cien cinceladores había un obrero dedicado a la reparación de las herramientas.
Para 1990, el descubrimiento de un antiguo cementerio permitió estudiar los huesos y vestimentas de inspectores, capataces, artesanos, funcionarios y obreros. Los arqueólogos pudieron mirar las patologías de acuerdo al rango de cada uno de los huesos, y se halló que los obreros tenían una esperanza de vida considerablemente más baja que la de los nobles. Su estatura media era menor, tenían enfermedades degenerativas en columna y rodillas, y muchos presentaban fracturas. Dicen que la dieta se basaba en pan, hortalizas, pescado, carne y cerveza. Muchos de estos productos provenían de las fincas reales.

Cincel de cobre utilizado para quebrar piedras.
Mientras muy pocos documentos oficiales hablaban sobre las condiciones en que vivían los obreros, pequeños registros personales siguieron arrojando luces sobre la vida en la construcción. En el diario de Merer —uno de los documentos más antiguos de los que se tiene registro—, un hombre que dirigía a un grupo de 40 barqueros, se lee que su grupo transportaba bloques de piedra caliza y granito desde la cantera de Tura, en el este del Nilo. Merer aseguraba que hacían de dos a tres viajes por semana, lo que arroja un aproximado de cerca de 200 bloques mensuales. Los hombres de Merer retiraban los bloques ya cortados, y los subían a sus barcos para transportarlos por el Nilo en canales que se habían creado específicamente para mover de los materiales.
Los canales desembocaban en el punto más próximo a la construcción, un puerto a unos 10 kilómetros de distancia. Al llegar, los bloques eran depositados sobre enormes esteras, que arrastraban sobre pistas construidas para mover las rocas.
Sin embargo, mucha de la logística de los egipcios es inaccesible. Los brazos desaparecidos del Nilo sugieren que habrían existido más canales acuáticos para el transporte, y algunas ondas satelitales lo han captado así. Se ha llegado a creer que los faraones incluso habrían construido sus pirámides cerca de los cuerpos de agua que llegaban al Nilo por su facilidad logística.

Papiro del diario de Merer.
Dicen que el cementerio de Gizeh llegó a contener unas 3,000 tumbas. Algunos sepulcros son particularmente llamativos. Todos se decoraban de acuerdo a la posición social del difunto: la tumba de un panadero podía ser decorada con molienda de granos y otros, más explícitos, apuntan directamente al trabajo del difunto. Supervisor de albañiles; director de artesanos; jefe de canteros. Las tumbas albergan hasta tres generaciones por familia. Como respuesta a los citados memes de los extraterrestres, un par de años salieron otras imágenes que tenían textos del tipo No porque los hombres caucásicos no puedan hacerlo significa que hayan sido aliens. Si bien ese tipo de sentencias son humorísticas y livianas, también arrojan luces sobre algo que siempre vale la pena mirar: tenemos tanto que aprender de la logística del futuro como de la del pasado.
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