02 de Octubre, 2025
Se suele hablar de cinco momentos que cambiaron —o definieron— el destino de la Segunda Guerra Mundial. La Batalla de Stalingrado, que empezó en 1942, fue la confrontación con más bajas entre civiles y militares. Duró siete meses y cobró más de dos millones de vidas. Entre julio y agosto del ‘43, los aliados soltaron una tormenta de fuego sobre Hamburgo, Alemania. El calor excesivo y la falta de oxígeno terminaron por matar a cerca de 40,000 civiles. Casi dos años después, en febrero del ‘45, los aliados volvieron a bombardear Dresde, destruyendo el centro histórico de una de las ciudades más reconocidas por una arquitectura tradicional. Dresde también era, sin embargo, un centro logístico militar, y su destrucción provocó cerca de 40,000 bajas civiles. Dicen que el escritor norteamericano Kurt Vonnegut estaba en un búnker mientras las bombas caían sobre Dresde, y que esa experiencia lo habría llevado a escribir Matadero 5, una novela breve pero monumental que, en sus propias palabras, jamás glorificaría la guerra.
El más letal de todos fue el bombardeo de Tokio, donde se usó napalm para destruir áreas residenciales de madera y papel. Cerca de 100,000 civiles murieron ese día. Solo tuvieron que pasar seis meses más para que la guerra terminara con las bombas atómicas que cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki: la Little Boy y la Fat Man fueron soltadas sobre dos ciudades cruciales para Japón y la guerra se sellaba con ataques nucleares.
Sin embargo, ninguna de estos ataques ni batallas se caracterizó por gozar de la mayor eficiencia logística, estrategias avanzadas de guerra o planes enrevesados e imposibles. Al menos, no al nivel del Desembarco de Normandía.
La historia va más o menos así: para 1944, las tropas de Hitler ya habían sido derrotadas en África, Italia y Rusia. Le quedaban, sin embargo, ciudades que funcionaban como emblemas del poder del führer. París y Normandía estaban bajo control militar del Eje, y las fuerzas lideradas por Churchill, Roosevelt y Stalin identificaron a Francia como una insignia que había que recuperar para ganar la guerra.
Pero los alemanes sabían que un ataque era inminente, y fortificaron toda la costa atlántica para prevenir invasiones. La operación, cuyo plan comenzó en 1942, tenía que comenzar desviando la atención nazi de Normandia, la región en que habían decidido desembarcar.
Rommel y sus fuerzas en las líneas de defensa costeras. Wikimedia Commons.
Con el trabajo de inteligencia en marcha, debían comenzar con el cálculo logístico. Mientras las fuerzas alemanas, ya diezmadas, intentaban sostenerse bajo el fuego aéreo de los aliados, se resolvía un desafío fundamental: enviar a más de 3 millones de soldados a atracar en un lugar sin puertos. Erwin Rommel, uno de los mejores generales del régimen nazi, a quien apodaban el Zorro del Desierto, estaba a cargo del Muro Atlántico, la costa reforzada que llegaba desde los Pirineos hasta el Báltico. Rommel ordenó cubrir las playas con tres franjas de trampas y defensas, que convertían a cualquier desembarco en una tarea titánica —y, si es que no, derechamente en una misión suicida—. Erizos de acero, barreras antitanques y troncos elevados en diagonal, con minas amarradas en sus puntas, cubrían las playas.
Esto exigía que la fuerza de asalto inicial, que comenzó con cerca de 150,000 soldados, fuese movida por 7,000 buques de guerra. Mientras los generales y tenientes trazaban los puntos centrales de la invasión en el mapa, llegaron a la conclusión de que necesitarían 12,000 toneladas de suministros al día para mantener la operación andando.
Así, continuaron con la Operación Fortitude, un plan en el que los servicios de inteligencia fueron claves: mediante transmisiones de radio falsas, el presunto ataque de 250 aviones inexistentes y el trabajo impecable del doble agente español Joan Pujol, los aliados crearon un ejército ficticio completo, al que se equiparía con tanques hinchables, lanchas de bombardeo falsas —que estaban, apenas, hechas de madera— y una cantidad impresionante de hombres y suministros que, sorpresa, nunca existieron.
Hicieron creer a los nazis que atacarían el paso de Calais, la zona más cercana a sus bases, y la más fortificada por los oficiales del dictador alemán. Lograron desviar la atención e inmovilizar a diez divisiones Panzer de reserva lejos de Normandía, ganando algo de tiempo y espacio para su propio desembarco.
Pero aún tenían que atender el desafío más difícil. Los aliados sabían que apenas comenzaran a acercarse al puerto de Cherburgo, las fuerzas alemanas lo demolerían. Así nació una idea tan excéntrica como imposible. De pronto, se alzó una voz que se preguntó: ¿qué pasaría si llevamos nuestros propios puertos? Así nació la idea de los puertos artificiales Mulberry, que abastecerían a las tropas una vez en tierra.
Los aliados comenzaron a trabajar en una nueva generación de tanques y vehículos diseñados para la invasión. Inventaron los llamados barreminas, que estaban construidos con rodillos de acero y palas excavadoras, que abrirían la playa para dar paso a la infantería.
Tanque cangrejo antiminas. Wikimedia Commons.
Ahora debían mover toda la maquinaria pesada hacia Francia. La Operación Neptuno se convirtió en la mayor operación anfibia de la historia, que movilizó al contingente militar. Los buques se dividían entre embarcaciones de guerra, de transporte y auxiliares: llegaron acorazados, destructores, fragatas, lanchas y buques hospitales.
El clima, sin embargo, no acompañaba a los aliados. Pronto empeoraron las condiciones meteorológicas y el mar parecía una mole sacudida por el viento y la lluvia. De todas maneras, el general Eisenhower fue implacable, y ordenó seguir adelante con la operación. No había segundas oportunidades y, tras dos años de planeación, no dejaría que una mala mar arruinara su plan. La medianoche del 5 de junio de 1944, 1,200 aviones emprendieron el vuelo y desplegaron a 24,000 paracaidistas. Su misión era clara: tenían que atacar a la retaguardia alemana, asegurar los puentes que llevaban al interior y destruir la artillería antes del desembarco. Así comenzó el tan citado día D.
Los paracaidistas se reconocían una vez en tierra mediante contraseñas y el sonido de pequeñas pinzas. Algunos aterrizaron sobre posiciones enemigas estratégicas y fueron acribillados; otros tuvieron mejor suerte y pudieron reunirse en la oscuridad de los pueblos asolados por los nazis, dirigiéndose hacia la artillería pesada, que ya comenzaba a disparar sobre la playa. El sonido de las metralletas era ensordecedor, y la mitad de los paracaidistas murieron esa noche. Mientras ellos ganaban tiempo, los aliados tenían su propio plan para desembarcar: el día D soltaron millones de tiras de aluminio sobre el Canal de la Mancha, confundiendo radares alemanes con miles de señales al mismo tiempo. Los nazis disparando en tierra, mientras tanto, creaban una bruma por delante de la flota que terminó por socavar su propia capacidad de visión y precisión.
Soldados británicos antes del desembarco. Wikimedia Commons.
Mientras los aliados, que habían llegado en planeadores, daban —literalmente— su vida para que las embarcaciones pudieran llegar a tierra, finalmente lograron desembarcar. Con los efectivos sobre la arena, que ya comenzaban a disparar y correr entre los alambrados y los nidos de ametralladoras, hubo que hacer una priorización logística: primero bajaban los soldados; después la munición y finalmente el suministro de combustible. En 24 horas, toda la zona costera había sido tomada, se levantó una serie de pequeños puentes flotantes para facilitar la operación, y las tropas nazis comenzaron a retroceder.
Para poder alimentar a su maquinaria, los aliados comenzaron la Operación PLUTO —Pipe Line Under The Ocean, algo así como tuberías bajo el océano—, que les permitieron bombear cerca de 4,000 toneladas de combustible por día. Con los soldados ya avanzando por tierra, se enviaron los puertos Mulberry desde Inglaterra. Se llenaron barcos con 212 cajones de hormigón, que llegaban a pesar 6,000 toneladas, para crear los rompeolas. El Mulberry A, sin embargo, se perdió bajo la tormenta del 19 de junio. El Mulberry B sí logró llegar a tierra y descargar hasta 6,000 toneladas de suministros al día. El plan, a pesar de las bajas, había sido un éxito logístico y militar, y pudieron ganar tiempo hasta que el 9 de julio tomaron Caen, dejando el paso libre hacia el interior de Francia. Dos semanas después, los aliados lograron que Cherburgo volviera a operar, haciendo más fácil la llegada de suministros desde Gran Bretaña.
Durante las primeras semanas, las más críticas del desembarco, los sistemas logísticos de los aliados movieron 650,000 toneladas de suministros y, llegado agosto, con las fuerzas nazis agotadas y diezmadas, los caminos comenzaron a abrirse para las fuerzas que venían desde Gran Bretaña. Las redes de suministro necesitaron extenderse por más de 500 kilómetros, y pronto las municiones y la comida comenzaron a escasear. Los puertos, ahora alejados de los puntos centrales de la invasión, no podían llegar a todos los rincones de Francia. Otro plan se alzó como una potencial, idea, y crearon el Red Ball Express, una red de 6,000 camiones que operaban las 24 horas. 23,000 soldados dedicados exclusivamente a la logística transportaban 12,500 toneladas de suministros al día.
Suministros llegando a Normandía. Wikimedia Commons.
A finales de agosto, las fuerzas aliadas liberaron, por fin, París. Así comenzó la caída del Tercer Reich.
El 30 de abril de 1945, después de la fase final de la Batalla de Berlín, El Ejército Rojo soviético avanzaba sobre la capital alemana. A menos de 500 metros de las tropas, Hitler y Eva Braun tomaron cianuro y se dispararon en la cabeza. Hitler nombró como su sucesor al almirante Karl Dönitz, quien declaró la rendición una semana después de la muerte del führer. El 7 de mayo de 1945 se firmó la rendición incondicional.
La historia nos ha enseñado a no glorificar la guerra: las bajas, los asedios y las tomas del poder por la fuerza se han convertido en infames registros de la humanidad. Sin embargo, son parte de la historia, y las logísticas imposibles y el movimiento de suministros a través del mar también forman parte de los éxitos belicistas.
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17 de Septiembre, 2025