Por Max Díaz
17 de Noviembre, 2025
Prácticamente todos los grandes monumentos de París fueron construidos con piedra caliza. Para obtenerla, los franceses cavaban profundos y laberínticos túneles. Según los expertos, habrían comenzado a cavar cerca de la edad media y, con el tiempo, los obreros comenzaron a abandonarlos. Para cuando ya nadie seguía extrayendo la piedra, los subterráneos se extendían por casi 200 millas. Siglos después, algunas de esas canteras se convertirían en las famosas Catacumbas de París, el logro más grande —y probablemente el más improbable y excéntrico— que ha visto la logística mortuoria.
Las catacumbas no fueron tanto un invento como una urgencia. En 1774, un sumidero hundió casas en una de las calles principales de París. La red de túneles debajo de la ciudad hacía de muchas zonas lugares inestables, y mantenía a toda la capital tratando de encontrar paz frente al riesgo inminente de un colapso. Para evitar tragedias, el rey Luis XVI llamó a su despacho al arquitecto Charles-Axel Guillaumot. Lo condecoró con un nuevo cargo, que acababa de inventar: inspector de canteras. Así, el trabajo de Guillaumot se convirtió en garantizar seguridad sobre las inestables galerías.
En 1780, un par de años después de que el nuevo inspector de canteras asumiese el cargo, ocurrió una catástrofe en la Rue de la Lingerie: un muro de contención colapsó junto al Cementerio de los Santos Inocentes, una importante zona de entierro que estuvo activa por cerca de diez siglos. Los cadáveres, apilados y aún en descomposición de una fosa común, inundaron una bodega vecina. Esto levantó la alerta: el camposanto ya no soportaba más entierros.

Osario con el mural del a Danza de la muerte en el Cementerio de los Santos Inocentes, por Theodor Josef Hubert Hoffbauer.
Y es que, tras siglos de utilizar los mismos terrenos, los cementerios de París se habían vuelto superpoblados e insalubres. El rey dio la orden de que ningún otro cuerpo podría enterrarse allí, y ordenó que se construyera otro cementerio fuera de la zona urbana de la capital.
Inspirado en las catacumbas de Roma y buscando un lugar de fácil acceso, las autoridades escogieron las antiguas canteras de Tombe-Issoire, en la periferia de la ciudad. Estas canteras tenían una superficie de cerca de 800 hectáreas, y se cree que comenzaron a explotarlas en el siglo XV. A esas alturas ya estaban, por supuesto, abandonadas.
Las obras comenzaron en 1785. Las primeras evacuaciones llegaron desde el Cementerio de los Santos Inocentes. Se vaciaron las sepulturas, las fosas comunes, los osarios y, cuando caía la noche, llegaban enormes carretas tiradas por caballos. Excavaban y evacuaban de noche para evitar las protestas de la población y de la Iglesia. Los huesos se descargaban a través de dos pozos de servicio de la cantera y, abajo, los canteros los recibían para comenzar con su distribución y apilado por las galerías. Bajo tierra, los trabajadores del Guillaumot trabajaban noches enteras agrupando los huesos. Pequeñas placas grabadas indicaban de qué cementerio provenían, y cuál había sido su fecha de traspaso.

Formas con huesos dentro del osario. Foto de Diego Delso.
Cuando el Cementerio de los Santos Inocentes comenzaba a vaciarse, las tareas se movieron hacia los otros cementerios del centro de la ciudad. Se estima que, en total, se exhumaron los huesos de unos seis millones de parisinos —casi tres veces su población actual—. Durante años, todas las noches los vagones funerarios irrumpían en los cementerios y los huesos dejaban los cementerios cubiertos por telas negras. Un grupo de sacerdotes acompañaba cada expedición hasta los subsuelos de la capital. Para completar toda esta cadena logística, se necesitaban excavadores, limpiadores, apiladores, conductores, porteros y supervisores.
Durante años los huesos permanecieron ahí, apilados sobre la tierra, y esparcidos a lo largo de los túneles subterráneos. Sin embargo, antes de su apertura al público, en 1809, el inspector Héricart de Thury ordenó una reorganización decorativa. Su nuevo proyecto era darle una visión museográfica y solemne a la muerte.
Los canteros se volvieron a poner manos a la obra, y tomaron los huesos uno por uno para ponerlos en los muros de la cantera. En la fachada, las filas de tibias se comenzaron a alternar con cráneos y fémures. Los huesos restantes de los cuerpos, que a menudo estaban quebrados como consecuencia de la caída, se apilaron tras los paramentos.

Foto de Diego Delso.
Conforme las canteras avanzaban, los trabajadores fueron levantando construcciones de estilo antiguo y otras con una inspiración clásica egipcia: se alzaban columnas dóricas, altares, cipos o sepulturas. Comenzaron a bautizar las zonas inspirándose en la literatura religiosa y romántica de la antigüedad. Así nacieron nombres como El sarcófago de Lacrimatorio, La fuente de la Samaritana o La lámpara sepulcral. De Thury también quería darle un enfoque educativo, así que mandó a construir vitrinas para los minerales y las patologías. Estas últimas mostraban huesos que se relacionaban con las enfermedades de la época y las deformaciones óseas que se habían investigado hasta 1789. Les sumaron, también, nuevas placas con textos religiosos y poéticos, para invitar a la reflexión ante la muerte. Un efecto inesperado fue su solemne aire de mausoleo.
Las Catacumbas de París, hoy
El año 1809, los pasillos subterráneos comenzaron a recibir visitantes. Entre ellos hubo personalidades ilustres, como Francisco I de Austria y Napoleón III. Desde 1820, naturalistas y botánicos estudian los efectos de la falta de luz en la flora, y se han encontrado crustáceos cavernícolas vagando por las cuevas.
Para la Segunda Guerra Mundial, muchos de los túneles se habían convertido en guaridas subterráneas, donde los soldados se reunían y se organizaban durante la toma de la capital. Hoy en día, los pasillos siguen siendo largos y laberínticos. Sin embargo, ya hay un terreno delimitado de libre acceso, que recibe a cerca de 550,000 habitantes cada año.

“Alto, aquí está el imperio de la muerte”. Steemit.
La historia de las catacumbas es mucho más que la historia de pabellones con huesos apilados. Es la historia de una logística mortuoria sin precedentes, que aprovechó un París bajo tierra para salvar al que estaba en la superficie.
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21 de Noviembre, 2025