Una cadena de suministro con siglos de diferencia: la construcción y restauración del Coliseo

Una cadena de suministro con siglos de diferencia: la construcción y restauración del Coliseo

Max Díaz Por Max Díaz

08 de Agosto, 2025

Esto pasó el año 72 después de Cristo. El emperador Vespasiano, fundador de la dinastía Flavia, tenía un propósito. Borrar el recuerdo tiránico de Nerón y su palacio, el Domus Aurea. La mansión del emperador era sencillamente espléndida, y Nerón había decidido construirla en la Colina del Oppio, después del gran incendio del año 64. 

Vespasiano, entonces, decidió construir un anfiteatro para el pueblo de Roma. Se financió con los botines de la guerra judeo romana y el saqueo al Templo de Jerusalén. El regalo para los romanos era pagado por la conquista. Y Vespasiano, ambicioso, no tenía idea de que este acto de presunta generosidad implicaba una primera, gran y compleja cadena de suministro. Una que comenzaba en lo más profundo del imperio, y terminaba en el corazón de Roma. 

Comienzan las obras

La construcción requirió un volumen de materiales sin precedentes para los romanos. A unos 30 kilómetros de la ciudad, en las canteras de Tivoli, los romanos extraían el travertino, la piedra caliza de color crema. El traslado de las rocas demandó un sistema logístico que se compuso de carreteras y barcazas fluviales. Dicen que solo el primer año se movieron más de 2,500 carretas de travertino. Mientras Vespasiano y su equipo de ingenieros iban tachando los materiales recolectados de su lista, se encargaban de obtener la toba volcánica y los ladrillos, extraídos y fabricados a las afueras del imperio; mármol y yeso, utilizados para el revestimiento y, a menudo, saqueados de otros edificios abandonados; y miles y miles de toneladas de hierro fundido, para así asegurar que las piedras juntas quedasen aseguradas. 

Decenas de miles de esclavos desembarcaron. Habían sido traídos desde Judea para que hicieran el trabajo pesado. Los arquitectos y artesanos supervisaban la labor. La logística romana no se limitaba al transporte de materiales. También proveía a los esclavos de agua a través de los acueductos y la hacían llegar a las más de 20 hectáreas que cubría el proyecto. El Coliseo, desde su génesis, comenzaba a alzarse como uno de los proyectos más exitosos de la historia

La construcción duró hasta el año 80 d.C., y se celebró su inauguración con cien días de juegos y espectáculos. Hubo combates de gladiadores, cacería de animales, ejecuciones y recreaciones de batallas. Sin embargo, el tiempo, inclemente, comenzó a correr. Y las personas sintieron cada vez menos interés por visitar el Coliseo. Para el año 523, ya lo utilizaban como refugio, lugar de ejecuciones o fortaleza

La caída y la restauración

Cuando Constantinopla cayó ante los otomanos, el Coliseo quedó abandonado por siglos. Lo convirtieron en una cantera de materiales de construcción, y sus piedras fueron reutilizadas para construir palacios e iglesias. Las imponentes estatuas y las estructuras de mármol se fundieron o fueron saqueadas por ladrones. El monumento se convertía en un fantasma de sí mismo, y la restauración se convirtió en una necesidad imperante para preservar un trozo de la historia del imperio. 

El siglo XXI ya no había gladiadores ni se trasladaban leones enjaulados para llevarlos al Coliseo. Lo que ahora demandaba el Coliseo era cuidado y preocupación. Saber atender a las necesidades técnicas, y hallar un equilibrio entre la conservación y la innovación

Vespasiano ya no estaba. Ya no había grandes botines de guerras ni saqueos a templos que pudiesen financiar la restauración. Así que el Estado tuvo que desembolsar fondos públicos y levantar una estrategia de patrocinio conjunto, apoyándose en los privados. La marca de lujo italiana Tod’s hizo una inversión millonaria para la restauración. La firma y el Estado llegaron a un acuerdo en que la empresa tendría derecho a usar la imagen del monumento. Este modelo de negocio, minuciosamente acordado punto por punto, le permitió al gobierno financiar las primeras fases del proyecto. Todo lo relativo a la limpieza de esa superficie de 13,000 metros, y la consolidación de la fachada, tenían un dinero destinado, y el Estado podía comprar los 1,700 kilos de estuco para tapar las grietas y consolidar la vieja imagen del Coliseo. 

A través de los años, la restauración ha continuado —es un proceso que, de hecho, ha durado décadas—. Y fases más recientes, como la reconstrucción de la arena, se han adjudicado a través de rigurosas licitaciones públicas. La selección de la empresa ganadora, como Cobar SpA en el caso de la restauración de los túneles subterráneos, va mucho más allá de los costos. Hay un criterio fundamental que cruza todo el trabajo, y es que los oferentes deben tener una vasta experiencia en la conservación de bienes culturales, una cualidad que se prioriza. Incluso por sobre la eficiencia de los costos

La logística del nuevo Coliseo

La logística de la restauración es tan imponente como el Coliseo. El monumento más visitado de Italia debe mantenerse abierto, sin interrumpir el flujo de turistas y, al mismo tiempo, cuidando su delicada estructura. Esto requiere una logística de precisión quirúrgica y en constante perfeccionamiento

A diferencia de la construcción original, donde los materiales estaban pensados para un uso permanente, la restauración utiliza materiales reversibles. El diseño ganador de la arena de 3,000 metros optó por un sistema de paneles móviles, compuestos por fibra de carbono y madera accoya —ideal para construcciones exteriores por su durabilidad—. En este  caso, la cadena de suministro se encarga de la adquisición de estos materiales, ligeros y de alta tecnología, sostenibles y respetuosos para con la estructura original. Así, dicen, permiten que la antigua arena sea visible cuando el piso retráctil se retrae. 

Y la restauración no se trata solo de materiales y cuidado por la edificación. La cadena de suministro arqueológica también es esencial. Durante las excavaciones, cada fragmento de piedra y cada artefacto deben ser catalogados, transportados y almacenados bajo condiciones específicas. La gestión de escombros es algo que va mucho más allá de quitar tierra y deshacerse del polvo. Cada palada implica un ejercicio de conservación. 

Hasta el día de hoy, las obras de conservación del Coliseo siguen en marcha. Temas como el mantenimiento constante y la conservación de los túneles subterráneos no paran. Su primer proyecto, impulsado por el poder y la conquista, se basó en una logística masiva y una cadena de suministro de materias primas y mano de obra sin precedentes. El segundo, el de la restauración, se impulsó mediante conservación, respeto y tecnología

Ambas cadenas de suministro, trabajos de logística y gestión de compras estuvieron separados por siglos, sin embargo, operaron con la misma delicadeza y respeto por la potencia del monumento que estaban construyendo.

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