19 de Junio de 2025
Imagina esto: estás liderando al equipo de abastecimiento de uno de los eventos deportivos más importantes del mundo: las finales de la NBA. Contaste bien los balones, las bebidas para los jugadores y las toallas. Hay más de 11 millones de personas viendo este evento, prácticamente a tu cargo, por televisión. Y probablemente ellos no lo sepan, pero hubo una larga cadena de abastecimiento para terminar el último cuarto.
Probablemente, ya que tienes esta tarea, querrás saber que los equipos de la NBA manejan cantidades enormes de inventario: ¿adquiriste suficientes calcetines, uniformes y equipamiento especializado? Probablemente te venga bien algún software de gestión, como hacen los Detroit Pistons al ocupar Teamworks Inventory Management.
Porque cada equipo de la NBA necesita, entre otras cosas, centralizar los datos de su equipamiento, tener visibilidad de cada artículo, desde el pedido hasta la distribución, escaneos de equipamientos y monitoreo del uso del equipamiento. Cada equipo de la NBA planifica sus pedidos con casi un año de anticipación. Y la optimización de presupuestos y el análisis de costos se vuelve crucial para esta cadena.
Y, por supuesto, no se puede jugar sin una pelota, que tiene su propia larga y detallada logística, con sus proveedores, distribuidores, fabricantes, diseñadores y minoristas. Cuando el básquetbol comenzó, en diciembre de 1891, en Springfield, Massachusetts, James Naismith acababa de colgar dos cestas de duraznos en los extremos de un gimnasio, e ideó trece reglas. Esperaba que sus estudiantes en la Escuela Internacional de Entrenamiento de la Asociación Cristiana de Jóvenes —probablemente te suenen más sus siglas: YMCA— tuvieran algo de entretenimiento. Durante dos años, jugarían con un balón de fútbol.
Durante su cuarto año de vida, el básquetbol necesitó de su primer balón. En 1894, hicieron una pelota de cuero con cordones, que era cuatro pulgadas más grandes que una de fútbol. A petición de Naismith, su diseño estuvo a cargo de Albert Goodwill Spalding, un exlanzador de los Boston Red Stockings y Chicago White Stockings, que había fundado una empresa de equipamiento deportivo en 1876.
Pero hubo que esperar hasta 1946 para que llegara la tan ansiada profesionalización y se jugase la primera temporada de la NBA. La marca Wilson, con sede en Chicago, ganó el concurso para fabricar balones para la liga entre 1946 y 1983, y que tras una larga pausa por la nueva adjudicación de Spalding entre 1984 y 2021, sigue siéndolo.
Wilson obtiene sus pieles de la Horween Leather Company, una de las curtidurías más antiguas de los Estados Unidos. Horween tiene su propia cadena de suministro, gracias a la que recibe aproximadamente 3,000 pieles de vaca a la semana, principalmente desde mataderos en Iowa y Ontario, Canadá —toma nota, tal vez estos datos te ayuden a abastecer estos partidos—. Una vez que las pieles llegan a Horween, pasan por procesos de depilación, curtido, grabado, color, durabilidad, tacto y secado. Cuando la piel está lista, teñida y tersa, le cae encima una prensa de 1,000 toneladas, con placas de grabado hechas en alemania, que le da al cuero esa textura granulada. Cada balón de básquetbol requiere entre 0,3 y 0,4 metros cuadrados de cuero. Cuatro o cinco veces al año, se envían más de 900 metros cuadrados de cuero a China, donde comienzan a ensamblarse las pelotas.
Pero eso no es lo único que está en tránsito. Japón, por su parte, también es parte de la cadena de suministro. Ellos fabrican el bobinado de nailon que cubre la cámara inflable —ese pequeño globo que vemos dentro de las pelotas—, que le da a la pelota estabilidad estructural. La cámara, por su parte, se hace con caucho de Malasia y Vietnam. Cuando las partes de la pelota están ensambladas, los ocho paneles se pegan a mano.
Entonces, comienza la vuelta del cuero. Los balones listos viajan por mar hasta Alexander City, Alabama, para un proceso de pruebas de tres a cuatro semanas. En este, se hacen controles de diámetro, peso y rebote. Las pelotas para la NBA deben inflarse entre 7.5 y 8.5 onzas por pulgada cuadrada, y cuando se deja caer desde un metro ochenta, aproximadamente, la pelota debe botar más o menos 15 centímetros.
Y, si supones que China tiene una importancia estratégica primordial, estás en lo correcto. Porque no solo ensambla y se ha alzado como el socio comercial más grande de la NBA, sino que también impulsa el crecimiento global del básquetbol. Más de 600 millones de personas ven cada temporada en el gigante asiático, sin embargo, no ha sido una relación exenta de tensiones. Probablemente, la más bullada del último tiempo haya sido en 2019, cuando un tuit de un ejecutivo de los Houston Rockets apoyando a los manifestantes prodemocráticos de Hong Kong, provocase que China bloqueara las transmisiones y el streaming de la NBA. Si bien China televisó el quinto partido de las finales del 2020, la relación volvió a ponerse cuesta arriba el verano del 2020, tras los informes de abusos de las academias de baloncesto chinas gestionadas por la NBA.
Con la inesperada final de Indiana y Oklahoma llegando a su fin —teniéndote a ti como encargado de que el evento se completase—, la liga sigue navegando su propia cadena de abastecimiento y relaciones comerciales.