China y Estados Unidos parecen estar en un forcejeo que trae consigo inestabilidad y desaceleración, sin embargo, solo uno de ellos está atrapado en la pelea por su propio orgullo: Estados Unidos.
En medio de la guerra arancelaria, uno de los factores más nocivos para Estados Unidos parece ser su propio efecto sobre los aranceles. Los denominados autoaranceles han hecho que las importaciones chinas impacten a los consumidores estadounidenses. Y, si bien Trump podría controlar esta situación mediante una orden ejecutiva, su ansiedad por doblegar a China y no parecer débil, le dio la ventaja al gobierno de Xi Jinping.
Porque China tampoco ha cedido. Al contrario, proyecta firmeza y ha hecho un llamado al resto del mundo a unirse contra lo que llaman un tigre de papel.
De acuerdo al medio internacional sobre economía y política The Economist, su estrategia actual se basa en mostrarse como un actor de estabilidad. Mientras Estados Unidos sigue subiendo los aranceles con promesas de mitigación económica gradual, parece estar ignorando que la estructura del comercio juega a favor de China. Mientras Estados Unidos solo representa una quinta parte del comercio mundial. Pekín, por otro lado, es el principal aliado comercial de más de cien países y está profundamente integrado en las cadenas de suministro asiáticas. Sus socios comerciales no pueden darse el gusto de sacar a China de sus estructuras de producción, sin embargo, en una búsqueda por la estabilidad y deseo de mantener las garantías de seguridad norteamericanas, los países asiáticos han optado por no alinearse abiertamente contra Estados Unidos. Sin embargo, su relación cercana con China sí ha estado ayudando de forma tácita a que el poder de negociación se quede en Asia.
De momento, la guerra arancelaria sigue.
Si quieres leer todos los detalles, puedes visitar el reportaje completo de The Economist aquí.