03 de Julio, 2025
La insatisfacción de China frente a la guerra comercial se deja sentir. Las tensiones en las cadenas de suministro global se han manifestado en muchos países del mundo, sin embargo, la principal preocupación de China no parece ser el aumento, sino la drástica caída de los precios en muchos sectores industriales. De acuerdo a The Economist, esta denominada guerra de precios iniciada por los fabricantes de automóviles al rebajar los costos, es calificada como una práctica que, en palabras del Diario del Pueblo, altera el orden del mercado.
En este momento, la deflación en China se ha detenido, y los precios de fábrica han caído durante 32 meses consecutivos, afectando a 25 de las 30 industrias principales del gigante asiático, incluyendo la minería del carbón, la manufactura del acero y, de forma mucho más pronunciada, el sector automotriz. Esta situación, que contrasta dramáticamente con las quejas de otros gobiernos por las alzas de precios de cara a los clientes, refleja un desafío complejo para la economía china y sus cadenas de valor.
Este fenómeno en la caída de precios ha recibido el nombre de involución —o neijuan, en chino—, un término acuñado por el Partido Comunista Chino para describir la intensa competencia empresarial. En este contexto, asegura el partido, el esfuerzo adicional no genera recompensas proporcionales. Industrias como la de la maquinaria eléctrica, la siderurgia y los productos minerales son las más afectadas por la involución.
A pesar de que el término parece más novedoso que antiguo, el fenómeno no es nada reciente: entre el 2012 y el 2016, China experimentó una caída de cuatro años y medio en los precios de fábrica, lo que llevó a la implementación de una “reforma estructural orientada a la oferta”, bajo la dirección de Xi Jinping.
Sin embargo, a diferencia de las intervenciones de la década del 2010, que se centraron principalmente en empresas estatales, las medidas actuales necesitan de mayor cautela. En este caso, el fenómeno está siendo protagonizado por empresas privadas de alta tecnología, como vehículos eléctricos y paneles solares.
Esto podría convertirse en un forcejeo mayor entre el empresariado y el presidente Xi. El deseo del mandatario de concentrar el poderío industrial chino, sumado a los esfuerzos por parte de los gobiernos locales, ha exacerbado el problema de la sobrecapacidad. La escasez de demanda, con baja confianza de parte de los consumidores y las altas tasas de ahorro, están agravando la situación. Ahora mismo, China y sus gobiernos locales siguen buscando la tan ansiada reflación, sin embargo, parece que no bastará únicamente con las soluciones centradas en la oferta.
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